La Curacion del Alma

22.04.2016 16:57

La Curación del Alma

Muchos de los que acudían a Cristo en busca de ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí, y sin embargo él no rehusaba sanarlos. Y cuando estas almas recibían la virtud de Cristo, reconocían su pecado, y muchos se curaban de su enfermedad espiritual al par que de sus males físicos.

 

 Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y limpiar el alma de pecado. No hay que pasar por alto esta lección. Actualmente miles que adolecen de enfermedades físicas desean, como el paralítico, oír el mensaje: "Tus pecados te son perdonados." La carga del pecado, con su desasosiego y sus deseos nunca satisfechos, es la causa fundamental de sus enfermedades. No podrán encontrar alivio mientras no acudan al Médico del alma. La paz que él solo puede dar devolverá el vigor a la mente y la salud al cuerpo.

 

"Bendice, alma mía, a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca ,de modo que te rejuvenezcas como el águila.

La Cooperación de lo Divino con lo Humano

 

En el ministerio de curación, el médico ha de ser colaborador de Cristo.  El Salvador asistía tanto al alma como al cuerpo.  El Evangelio que enseñó fue un mensaje de vida espiritual y de restauración física.  La salvación del pecado y la curación de la enfermedad iban enlazadas.  El mismo ministerio está encomendado al médico cristiano.  Debe unirse con Cristo en la tarea de aliviar las necesidades físicas y espirituales del prójimo.  Debe ser mensajero de misericordia para el enfermo, llevándole el remedio para su cuerpo desgastado y para su alma enferma de pecado.

 

Cristo es el verdadero jefe de la profesión médica.  El supremo Médico se encuentra siempre al lado de todo aquel que ejerce esa profesión en el temor de Dios y trabaja por aliviar las dolencias humanas. Mientras emplea remedios naturales para aliviar la enfermedad física, el médico debe dirigir a sus pacientes hacia Aquel que puede aliviar las dolencias del alma tanto como las del cuerpo.  Lo que los médicos tan sólo pueden ayudar a realizar, Cristo lo cumple.  Aquéllos procuran estimular la obra curativa de la naturaleza; Cristo sana.  El médico procura conservar la vida; Cristo la da.

 

 

La fuente de curación

En sus milagros, el Salvador manifestaba el poder que actúa siempre en favor del hombre, para sostenerle y sanarle.  Por medio de los agentes naturales, Dios obra día tras día, hora tras hora y en todo momento, para conservarnos la vida, fortalecernos y restaurarnos.  Cuando alguna parte del cuerpo sufre perjuicio, empieza el proceso de curación; los agentes naturales actúan para restablecer la salud.  Pero lo que obra por medio de estos agentes es el poder de Dios.  Todo poder capaz de dar vida procede de él. Cuando alguien se repone de una enfermedad, es Dios quien lo sana.

 

Las palabras dirigidas a Israel se aplican hoy a los que recuperan la salud del cuerpo o la del alma: "Yo soy Jehová tu Sanador." (Exodo 15:26).

El deseo de Dios para todo ser humano está expresado en las palabras: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas cosas, y que tengas salud, así como tu alma está en prosperidad." (3 S. Juan 2.).

 

"El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias." (Salmo 103: 3,4).

 

Al curar las enfermedades, Cristo decía muchas veces a los enfermos: "No peques más, porque no te venga alguna cosa peor." (S.  Juan 5:14). Así les enseñaba que habían atraído su dolencia sobre si al transgredir las leyes de Dios, y que la salud no puede conservarse sino por medio de la obediencia.

 

Admirables son las oportunidades dadas a quienes cuidan enfermos.  En todo cuanto hacen por devolverles la salud, háganles comprender que el médico procura ayudarles a cooperar con Dios para combatir la enfermedad.  Indúzcanlos a sentir que a cada paso que den en armonía con las leyes de Dios pueden esperar la ayuda del poder divino.

 

"Con amor eterno te he amado; por tanto te soporté con misericordia." "Escondí mi rostro de ti por un momento; mas con misericordia eterna tendré compasión de ti." (Jeremías 31:3; Isaías 54:8.)

Share |