¿Por qué ponéis los ojos en nosotros?

07.04.2015 09:45

 

 Hechos 3:11

 

Teniendo asidos.

Un MS del siglo VI dice: "Cuando Pedro y Juan salierona predicar  y ellos  los que estaban asombrados se hallaban en el pórtico llamado de Salmón ubicado en  la puerta "la Hermosa" y a identificarla con la puerta de Nicanor (ver com. vers. 2).

 

Atónito. Jesús había predicado acerca de los obras de Dios sólo unos pocos meses antes  durante la fiesta de la dedicación (Juan 10: 22-23).  El recuerdo de lo que entonces dijo, tuvo que haber permanecido en el pensamiento de los discípulos.  La gente se había quejado porque Jesús no había declarado con franqueza si era el Cristo o no (Juan 10: 24-26); sin embargo estuvieron listos para apedrearle cuando dijo que era uno con el Padre (Juan 10: 30-33). Pero ahora la gente oyó que Jesús era proclamado " "Autor de la vida", el Cristo, el Mesías de la profecía (Hech. 3: 14-15, 18).

 

Pórtico. Gr. stoá, "pórtico", "galería".  En el ralato original de la construcción del primer templo no se encuentra ninguna mención de un "pórtico que se llama de Salomon".  Josefo (Antigüedades xx. 9. 7) ubica este pórtico al lado oriental del predio del templo.  Dice que se distinguía por dos hileras de columnas de unos 12 m de alto (Guerra v. 5. 2).   en él había restos del edificio anterior al tiempo de Zorobabel.  Cuando Herodes Agripa I estaba completando la obra de su abuelo, la gente procuró persuadirlo de que echara abajo este pórtico y lo reconstruyera, pero se negó a hacerlo.

 

¿Por qué ponéis los ojos en nosotros?

Ver com. cap. 1: 10. No debía atribuirse el milagro a hombres como Pedro y Juan, sino sólo al poder divino.

Piedad. Las palabras de Pedro hacen recordar la teoría popular de que si una persona es suficientemente piadosa, Dios la oirá y se producirán grandes resultados (Juan 9: 31) 159   El apóstol rechaza esta idea.  Ninguna pureza propia le habría servido a Pedro.  Sólo el poder de Dios manifestado en el nombre de Jesús de Nazaret podía efectuar el milagro.

 

El Dios de Abraham. Este es un eco de la enseñanza y de la forma de hablar de nuestro Señor (Mat. 22: 32), aunque la frase es del AT (Exo. 3: 6, 15).  Cuando Pedro aseveró que Jesús era Hijo del Dios de Abrahán, aseguró a sus oyentes judíos que no estaba predicando un nuevo Dios, sino que relacionaba a Jesús con el Dios de los padres de ellos.

 

"autor u originador de la vida" (cf.  Heb. 2: 10; 12: 2).  "En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra" (DTG 489).  El autor de la vida y de la salvación es Aquel de quien fluyen vida y salvación.  Se presenta a Cristo claramente como el Creador de toda vida.  El mismo lo afirmó repetidas veces (Juan 3: 14-15; 5: 26, 40; 6: 48, 51).  .

 

el Padre fue quien levantó a Cristo de los muertos (Hech. 2: 24; Rom. 6: 4; 8: 11).  Al mismo tiempo, Jesús afirmó que tenía poder de poner su vida y volverla a tomar (Juan 10: 18).  Estas dos declaraciones en cuanto a la resurrección no son contradictorias, pues aunque Cristo tenía vida en sí mismo, como el Hijo encarnado que tomó la "forma de siervo" (Fil. 2: 7), no podía "hacer nada por sí mismo" (Juan 5: 19).  Jesús usaba su poder divino sólo por orden del Padre; por esto, aunque "el Salvador salió de la tumba por la vida que había en él" (DTG 729), lo hizo cuando Dios, su Padre, lo llamó.

 

Su nombre.

Los eruditos han destacado que en los tiempos antiguos se creía que ciertos nombres tenían especial santidad y particular eficacia; por lo tanto, entre los judíos del período posterior al exilio, la manera de pronunciar el nombre divino Yahweh era mantenida en secreto, conocida sólo por el sumo sacerdote; finalmente se perdió del todo.  Se creía que la mención de otros nombres era especialmente poderosa para que se efectuaran milagros.  Josefo relata haber visto a un tal Eleazar que pretendía predicar  usando el nombre de Salomon (Antigüedades viii. 2.5).  Los siete hijos de Esceva intentaron en Efeso usar el nombre de Jesús con el mismo propósito (cap. 19: 13-14).  Pensaron que había un poder mágico en sólo mencionar  el nombre.  Sin duda muchos de los que observaron los milagros realizados por los discípulos en el nombre de Jesús, pensaron que la eficacia de esos milagros consistía en el empleo de un nombre mágico. Ver t. I, pp. 179-182."nombre", algunas veces se emplea con el sentido de "carácter" (Jer. 14: 7, 21,por eso el origen de orar en el nombre de Jesus.

 

los apóstoles habían recibido esta instrucción por medio de la enseñanza de Jesús después de la resurrección (Luc. 24: 44-48) y por la iluminación del Espíritu Santo en Pentecostés.  Pedro más tarde demostró que comprendía esta doctrina fundamental cuando escribió acerca del Salvador que había llevado "él mismo" los pecados (1 Ped. 2: 23-24).

 

Convertíos. Gr. epistréfÇ, "darse vuelta".  En la LXX se emplea con frecuencia esta palabra para traducir el vocablo hebreo shub "volver", término que muchas veces tiene el sentido espiritual de volver a Dios (ver com.  Eze. 18: 30).  El verbo epistréfÇ describe apropiadamente el cambio que ocurre en una persona cuando acepta a Cristo como Salvador y Rey, y Lucas lo emplea frecuentemente en este sentido (Hech. 9: 35; 11: 21; 26: 20).

 

O "limpiados".  En la Biblia el perdón del pecado muchas veces se representa como un lavamiento (Juan 13: 10; Apoc. 1: 5; ver com. Apoc. 22: 14).  La idea de quitar o lavar el pecado es similar.  La imagen que bien puede asociarse con las palabras aquí expresadas es la de una acusación que define los pecados del penitente, que son absueltos por el amor perdonador del Padre (Isa. 43: 25; Col. 2: 14; ver com. Mat. 1: 21; 3: 6; 26: 28; Luc. 3: 3).

 

El resultado inmediato para los que aceptaron la exhortación de Pedro al arrepentimiento fue el perdón de sus pecados.  En este sentido puede considerarse que esos pecados fueron borrados de inmediato; sin embargo, la eliminación definitiva del pecado ocurrirá precisamente antes de la segunda venida de Cristo y en relación con el fin de la obra del Salvador como Sumo Sacerdote (ver com. inmediato, "para que").  La culpa por pecados específicos queda cancelada cuando son confesados y perdonados, y serán borrados del registro en el día del juicio (cf.  Eze. 3: 20; 18: 24; 33: 13; CS 539).

Del pacto. Pedro identifica aquí el pacto Abrahánico (Gén. 12: 3) con el pacto de la salvación, así como lo hace Pablo (Gál. 3: 8).  A pesar de la luz espiritual y de los privilegios de que gozaban los judíos.

 

Gén. 12: 3, Pablo dice que Cristo es la "simiente" y que todos los fieles en Cristo son herederos de Abrahán (Gál. 3: 16, 29).  El uso que Pedro le da al pasaje no es tan explícito, pero al citarlo es evidente que lo aplica a Cristo.

 

A vosotros primeramente.

Es digno de notarse esta prioridad del judío como receptor del Evangelio.  Pedro no sabía aún las condiciones en las cuales el Evangelio sería predicado a los gentiles, pero sus palabras implican que entendía claramente que el mensaje tenía que ir primero a los judíos.  Esta secuencia también fue empleada por Pablo: "Al judío primeramente, y también al griego" (Rom. 1: 16; cf. cap. 2: 9- 10).  Empleó tanto esta secuencia en su predicación del Evangelio, que se convirtió en una fórmula (Hech. 13: 46; cf. cap. 9: 19-20;14: 1; 17: 1-3).  Cf. t. IV, pp. 31-32.

 

Para que os bendijese. La bendición de la cual se habla aquí sigue a la resurrección, e implica el poder de Cristo que capacita al hombre para apartarse del pecado y entrar en una nueva vida en el Salvador.  Esta nueva vida del creyente es posible por medio de la resurrección de nuestro Señor (Efe. 2: 4-6; Col. 2: 12-13).

 

Gr. apostréfo, "volverse", que como el verbo afín epistréfo, aparece con frecuencia en la LXX como traducción del verbo hebreo shub (ver com. vers. 19).  Este pasaje es ambiguo.  Puede entenderse que Jesús aparta a los hombres de la iniquidad o que los bendice cuando se apartan de ella.  Pero en cierto sentido ambas cosas son ciertas.  Las bendiciones de la salvación sólo pueden recibirse por medio del poder restaurador del Espíritu Santo, que obra en el ser humano  el imprescindible apartamiento del pecado, con arrepentimiento y conversión.

 

Comentario bíblico adventista tomo 6

¡Bendiciones Abundantes!

 

 

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