El conoce .

30.08.2015 13:54

 

El pastor conoce a sus ovejas. Las llama por sus nombres.

Cuando vemos una multitud, vemos exactamente eso: una multitud. Llenando un estadio o inundando un centro de compras. Cuando vemos una multitud, vemos gente, no personas, sino gente. humanos. rostros. Eso es lo que vemos.

 

Pero no así el Pastor. Para Él cada rostro es diferente. Cada cara es una historia. El Pastor conoce a sus ovejas. Conoce a cada una por su nombre. El Pastor te conoce.

 

Conoce tu nombre. Y nunca lo olvidará. En las palmas de las manos te tengo esculpida ( Isaías 49.16 ).Pensamiento sorprendente, ¿no te parece? Tu nombre en la mano de Dios. Tu nombre en los labios de Dios.

 

Tal vez hayas visto tu nombre en algunos sitios especiales. En un

premio o un diploma o sobre una puerta de madera de nogal. O quizás hayas escuchado tu nombre de boca de algunas personas importantes: un entrenador, una celebridad, un maestro. Pero pensar que tu nombre está en la mano de Dios y en los labios de Dios... vaya, ¿será eso posible?

 

 Escrito en su mano. Expresado por su boca. Susurrado por sus labios.

Tu nombre. Y no sólo el nombre que ahora tienes, sino el nombre que Él te tiene reservado.

 

Fue en ese momento que escuché la música. Música de piano. Música bella. De la obra de Rogers y Hammerstein. Las colinas adquirían vida con el sonido de la destreza de alguien en el teclado.

 

Giré para ver quién tocaba, pero no podía ver a nadie. Me incorporé y me acerqué. Un pequeño grupo de oyentes se había juntado ante el viejo piano vertical. Entre los muebles podía ver la pequeña espalda del pianista. ¡Vaya, sólo es una Joven! Dando unos pasos más pude ver su cabello. Corto, y gracioso como… ¡Sorprendente, es Andrea!

 

Nuestra hija  estaba sentada al piano recorriendo con sus manos el teclado de punta a punta. Quedé anonadado. ¿Qué regalo del cielo es este que pueda tocar de tal manera? Aunque parecía ejecutar la canción, en realidad, sólo intentaba seguir el ritmo de una canción ya escrita. Cuando una tecla se hundía, sus manos disparaban.

 

Uno más grande que ella determinaba el sonido.

Andrea tenía la libertad de tocar todo lo que quisiese, sabiendo que la música nunca sufriría. No es de sorprenderse que se regocijase. Tenía por qué hacerlo. También nosotros.

 

¿No nos ha prometido Dios lo mismo? Nos sentamos ante el teclado, dispuestos a ejecutar la única canción que sabemos, pero descubrimos una nueva canción. Una canción sublime. Y nadie se sorprende más que nosotros cuando nuestros esfuerzos endebles se transforman en momentos melodiosos.

 

Tú tienes una, ¿lo sabes?, una canción completamente tuya. Cada uno de nosotros la tiene. La única pregunta es: ¿la tocarás?

De paso, al mirar cómo «tocaba» Andrea ese día en la tienda de antigüedades observé un par de cosas.

 

Noté que el piano recibía todo el crédito. La multitud reunida apreciaba los esfuerzos de Andrea, pero conocía la verdadera fuente de la música. Cuando Dios obra, sucede lo mismo. Es posible que aplaudamos al discípulo, pero nadie sabe mejor que el propio discípulo quién en realidad merece la alabanza. Aun cuando es posible que no entiendas cómo obra Dios, sabes que lo hace.

 

¿Sería creíble si dijese que Dios le hablaba desde una zarza ardiente a un pastor llamado Moisés? . Nos preguntamos qué sorprendió más al anciano: que Dios le hablase desde una zarza o el simple hecho de que Dios le hablase.

 

Recuerdas su historia. De la nobleza por adopción. Un israelita criado en un palacio, Fue educado en las escuelas más refinadas «Moisés», casi puedes escuchar cómo le susurra a su joven hijo, «Dios te ha colocado aquí a propósito.

 

Nunca olvides, Moisés. Nunca olvides Llámalo un cambio de carrera. Pasó de cenar con los dirigentes a contar cabezas de ovejas.

No puede decirse que haya escalado una posición.

Y así fue que un hebreo brillante y prometedor comenzó a cuidar ovejas en las colinas. Del círculo más refinado al cultivo de algodón. De la oficina oval al taxi. De mecer el palo de golf a cavar una zanja.

 

Fue educado en el sistema más refinado del mundo. Entrenado

por los soldados más hábiles. Contaba con acceso instantáneo al círculo íntimo del Faraón. Moisés hablaba su idioma y conocía sus costumbres. Era el hombre perfecto para la tarea.

Moisés a los cuarenta años nos gusta. ¿Pero Moisés a los ochenta? De ninguna manera. Demasiado viejo. Demasiado cansado. Huele a pastor. Habla como extranjero.

 

Moisés necesita aprender algo acerca de sí mismo.

Al parecer lo ha aprendido. Dios dice que Moisés está listo.

Y para convencerlo, le habla a través de un arbusto. (Era necesario que hiciese algo dramático para captar la atención de Moisés.)

 

«Se acabaron las clases», le dice Dios. «Ha llegado el momento de ponerse a trabajar». Pobre Moisés. Ni siquiera sabía que estaba inscrito.

Pero sí lo estaba. Y, adivina qué. También lo estás tú. La voz de la zarza es la voz que te susurra. Te recuerda que Dios aún no ha acabado contigo. Claro que es posible que pienses que sí ha acabado. Tal vez pienses que ya estás en descenso. Quizás pienses que tiene otro que puede realizar la tarea.

Si eso es lo que piensas, reconsidera.

 

«El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo».Filipenses 1:6

 

La hierba resplandece por el efecto de los

diamantes de rocío. Los rostros de los hombres tienen vehemencia, pero son comunes. Su líder es seguro, pero desconocido. Lo llaman Rabí; más se parece a un obrero. Y está bien que así sea, pues ha pasado mucho más tiempo construyendo que enseñando. Pero esta semana se ha iniciado la enseñanza. ¿Hacia dónde se dirigen? ¿Al templo para adorar? ¿A la sinagoga para enseñar? ¿A las colinas para orar? No se les ha dicho, pero cada uno tiene su idea al respecto.

 

Juan y Andrés esperan que los lleven al desierto. Allí fue donde los llevó su maestro anterior. Juan el Bautista los guiaba a las colinas desérticas y oraban muchas horas.Ayunaban durante días. Anhelaban la llegada del Mesías. Y ahora, el Mesías está aquí. Seguramente Él hará lo mismo

 

Pedro bosqueja su propio sermón, por si Jesús necesita un descanso.

Natanael estaría en desacuerdo. Ven y ve , había invitado su amigo Felipe. De modo que vino. Y a Natanael le agradó lo que vio. En Jesús vio a un hombre de pensamiento profundo. Un hombre de meditación. Un corazón para la contemplación. Un hombre que, al igual que Natanael, había pasado horas bajo la higuera reflexionando acerca de los misterios de la vida. Natanael estaba convencido de que Jesús los llevaba a un sitio donde reflexionar.

 

Podrías haber estado en la Biblia.

 

El primero es Felipe: un discípulo de la iglesia primitiva que tenía una inclinación hacia la gente perdida

 

Era un camino desierto. Fue. Cuando llegó se encontró con un funcionario

de Etiopía. -¿Comprendes lo que lees?

-¿Cómo he de entender si alguien no me lo explica?

De modo que Felipe lo hizo.

 

¡Dios orquestó el momento en su totalidad! Vio a este hombre piadoso que venía de Etiopía para adorar. Vio su confusión. Así que decidió resolverla.

Buscó en Jerusalén un hombre al cual enviar. Encontró a Felipe.

 

«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» ( Romanos 8.14

 

Si nuestra mayor necesidad hubiese sido la información, Dios nos habría enviado un educador. Si nuestra mayor necesidad hubiese sido la tecnología, Dios nos habría enviado un científico. Si nuestra mayor necesidad hubiese sido el dinero, Dios nos habría enviado un economista. Pero como nuestra mayor necesidad era la del perdón, Dios nos envió un Salvador. Por causa del Calvario, tengo la libertad de decidir.

 

Elijo la Misericordia…

 Elijo la Misericordia.. Hoy amaré a Dios y lo que Dios ama.

 

Elijo el gozo…

Invitaré a mi Dios para ser el Dios de la circunstancia. Rehusaré la tentación de ser cínico…. Rehusaré considerar a las personas como

menos que seres humanos, creados por Dios. Rehusaré ver en los problemas algo menos que una oportunidad de ver a Dios.

 

Elijo la paz…

Viviré habiendo sido perdonado. Perdonaré para que pueda vivir.

 

Elijo la paciencia…

Pasaré por alto los inconvenientes del mundo.En lugar de quejarme

agradeceré a Dios por un momento para orar. En lugar de cerrar mi

puño ante nuevas tareas asignadas, las encararé con gozo y valor.

 

Elijo la bondad…

 Prefiero ser ignorado antes que jactarme. Prefiero confesar antes que acusar. Elijo la bondad.

 

Elijo la fidelidad…

Hoy guardaré mis promesas. Mis acreedores no se lamentarán de su confianza. Mis asociados no cuestionarán mi palabra.

 

Elijo la mansedumbre…

 Elijo ser manso. Si levanto mi voz que sólo sea en alabanza.

Si hago exigencias, que sólo sean a mí mismo.

 

Elijo el dominio propio…

Soy un ser espiritual. Luego de que haya muerto este cuerpo, mi espíritu remontará vuelo. Sólo me apasionará mi fe. Sólo Dios ejercerá

influencia sobre mí. Sólo Cristo me enseñará. Elijo el dominio propio.

 

Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio. A estos encomiendo mi día. Si tengo éxito, daré gracias. Si fallo, buscaré su gracia.

Y luego, cuando este día haya acabado, pondré mi cabeza sobre mi almohada y descansaré.

 

CUANDO DIOS SUSURRA TU NOMBRE.

(c) 1994 por Max Lucado

 

Share |