El origen del Mal.

20.07.2015 15:08

El origen del mal

 

 
"Dios es amor." Su naturaleza y su ley son amor.  Lo han sido siempre, y lo serán para siempre.  "El Alto y Sublime, el que habita la eternidad," cuyos "caminos son eternos," no cambia.  En él "no hay mudanza, ni sombra de variación."
 
Cada manifestación del poder creador es una expresión del amor infinito. La soberanía de Dios encierra plenitud de bendiciones para todos los seres creados.  El salmista dice:
 
"Tuyo el brazo con valentía; fuerte es tu mano, ensalzada tu diestra. Justicia y juicio son el asiento de tu trono: misericordia y verdad van delante de tu rostro.
Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte: andarán, oh Jehová, a la luz de tu rostro. En tu nombre se alegrarán todo el día; y en tu justicia serán ensalzados. Porque tú eres la gloria de su fortaleza; ...Porque Jehová es nuestro escudo; y nuestro rey es el Santo de Israel." (Sal. 89: 13-18.)*
 
La historia del gran conflicto entre el bien y el mal, desde que principió en el cielo hasta el final abatimiento de la rebelión y la total extirpación del pecado, es también una demostración del inmutable amor de Dios.
 
El soberano del universo no estaba solo en su obra benéfica.  Tuvo un compañero, un colaborador que podía apreciar sus designios, y que podía compartir su regocijo al brindar felicidad a los seres creados.  "En el principio era el Verbo, y el 12 Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  Este era en el principio con Dios." (Juan 1: 1, 2.) Cristo, el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo en naturaleza, en carácter y en propósitos; era el único ser que podía penetrar en todos los designios y fines de Dios.  "Y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz" "sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo." (Isa. 9: 6; Miq. 5: 2.) 
 
El Padre obró por medio de su Hijo en la creación de todos los seres celestiales.  "Porque por él fueron criadas todas las cosas, . . . sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue criado por él y para él." (Col. 1: 16.) Los ángeles son los ministros de Dios, que, irradiando la luz que constantemente dimana de la presencia de él y valiéndose de sus rápidas alas, se apresuran a ejecutar la voluntad de Dios.  Pero el Hijo, el Ungido de Dios, "la misma imagen de su sustancia," "el resplandor de su gloria" y sostenedor de" todas las cosas con la palabra de su potencia," tiene la supremacía sobre todos ellos.  Un "trono de gloria, excelso desde el principio," era el lugar de su santuario; una "vara de equidad," el cetro de su reino. 
 
 "Alabanza y magnificencia delante de él: fortaleza y gloria en su santuario." "Misericordia y verdad van delante de tu rostro." (Heb.  1: 3, 8; Jer. 17: 12; Sal. 96: 6; 89: 14)
 
Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la felicidad de todos los seres inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes principios de justicia de esa ley.  Dios desea de todas sus criaturas el servicio que nace del amor, de la comprensión y del aprecio de su carácter.  No 13 halla placer en una obediencia forzada, y otorga a todos libre albedrío para que puedan servirle voluntariamente.
Mientras todos los seres creados reconocieron la lealtad del amor, hubo perfecta armonía en el universo de Dios.  Cumplir los designios de su Creador era el gozo de las huestes celestiales.    
 
El pecado se originó en aquel que, después de Cristo, había sido el más honrado por Dios y que era el más exaltado en poder y en gloria entre los habitantes del cielo.  Lucifer, el "hijo de la mañana," era el principal de los querubines cubridores, santo e inmaculado.  Estaba en la presencia del gran Creador, y los incesantes rayos de gloria que envolvían al Dios eterno, caían sobre él.  "Así ha dicho el Señor Jehová: Tú echas el sello a la proporción, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura.  En Edén, en el huerto de Dios estuviste: toda piedra preciosa fue tu vestidura. . . . Tú, querubín grande, cubridor: y yo te puse; en el santo monte de Dios estuviste; en medio de piedras de fuego has andado.  Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que  fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad." (Eze. 28: 12-15.)
 
Poco a poco Lucifer llegó a albergar el deseo de ensalzarse.  Las Escrituras dicen: "Enaltecióse tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu resplandor." (Vers.  17) "Tú que decías en tu corazón: . . . Junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi solio,.... y seré semejante al Altísimo." (Isa.  14: 13, 14) Aunque toda su gloria procedía de Dios, este poderoso ángel llegó a considerarla como perteneciente a sí mismo.  
Ahora la perfecta armonía del cielo estaba quebrantada.  
 
La disposición de Lucifer de servirse a si mismo en vez de servir a su Creador, despertó un sentimiento de honda aprensión cuando fue observada por quienes consideraban que la gloria de Dios debía ser suprema.  Reunidos en concilio celestial, los ángeles rogaron a Lucifer que desistiese de su intento. 
 
 El Hijo de Dios presentó ante él la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y también la naturaleza sagrada e inmutable de su ley.  Dios mismo había establecido el orden del cielo, y, al separarse de él, Lucifer deshonraría a su Creador y acarrearía la ruina sobre sí mismo.  Pero la amonestación, hecha con misericordia y amor infinitos, solamente despertó un espíritu de resistencia.  Lucifer permitió que su envidia hacia Cristo prevaleciese, y se afirmó más en su rebelión.
 
El Rey del universo convocó a las huestes celestiales a comparecer ante él, a fin de que en su presencia él pudiese  manifestar cuál era el verdadero lugar que ocupaba su Hijo y manifestar cuál era la relación que él tenía para con todos los seres creados.  El Hijo de Dios había ejecutado la voluntad del Padre en la creación de todas las huestes del cielo, y a él, así como a Dios, debían ellas tributar homenaje y lealtad.  Cristo había de ejercer aún el poder divino en la creación de la tierra y sus habitantes.  
 
Pero en todo esto no buscaría poder o ensalzamiento para sí mismo, en contra del plan de Dios, sino que exaltaría la gloria del Padre, y ejecutaría sus fines de beneficencia y amor.
 
Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo, y postrándose ante él, le rindieron su amor y adoración.  Lucifer se postró con ellos, pero en su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto.
 
Dios permitió que el enemigo siguiese con su obra hasta que el espíritu de desafecto se trocó en una activa rebelión.  Era necesario que sus planes se desarrollasen en toda su plenitud, para que su verdadera naturaleza y tendencia fuesen vistas por todos.  .Aun los ángeles leales no podían discernir bien su carácter, ni ver adonde se encaminaba su obra.
 
Aun cuando el Enemigo  fue arrojado del cielo, la Sabiduría infinita no le aniquiló.  Puesto que sólo el servicio inspirado por el amor puede ser aceptable para Dios, la lealtad de sus criaturas debe basarse en la convicción de que es justo y benévolo.  Por no estar los habitantes del cielo y de los mundos preparados para entender la naturaleza o las consecuencias del pecado, no podrían haber discernido la justicia de 23 Dios en la destrucción del enemigo.  
 
Si se le hubiese suprimido inmediatamente, algunos habrían servido a Dios por temor más bien que por amor.    Para el bien del universo entero a través de los siglos sin fin, era necesario que desarrollase más ampliamente sus principios, para que todos los seres creados pudiesen reconocer la naturaleza de sus acusaciones contra el gobierno divino y para que la justicia y la misericordia de Dios y la inmutabilidad de su ley quedasen establecidas para siempre.
 
El que gobierna en los cielos ve el fin desde el principio.  Aquel en cuya presencia los misterios del pasado y del futuro son manifiestos "El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud: Dios de verdad, y ninguna iniquidad en él: es justo y recto." (Deut. 32: 4.) 24
 
 
 Patriarcas y Profetas capitulo 1, el origen del mal.
 
!Bendiciones Abundnates!
 
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