Justificacion por la fe.

17.08.2015 09:29

Romanos 5

 

Dadivas de Cristo :  descanso  mateo 11:28,  las llaves del reino  mateo 16:19, Agua de vida Juan 4:14, Pan del cielo Juan 6:51, Vida eterna  juan 10:28, un legado de paz Juan 14:27, Ap 2:26.

 

Justificados. O "habiendo sido justificados". Ver com. cap. 3: 20, 28; 4: 8, 25.

 

Pues. Es decir, en vista de la afirmación del versículo procedente y de todo el razonamiento y la comprobación de los cap. 1-4. Pablo ha mostrado claramente que todos los hombres, judíos y gentiles, sue necesitan justificación.  Como un don gratuito de su gracia, Dios ofrece a todos  perdón completo y reconciliación mediante la fe de Jesucristo, quien ha vivido, muerto y resucitado para la redención del hombre caído. Luego de establecer la doctrina de la justificación, Pablo procede ahora a explicar algunos de los beneficios que reciben los que han compartido esa experiencia salvadora.

 

Tenemos paz. La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por el texto de la RVR, aunque en algunos MSS aparece con subjuntivo, "tengamos paz".  No se trata tanto de que los que han sido justificados deban buscar la paz, sino que pueden estar seguros de que al haber sido justificados han recibido la paz, y ya la poseen.

 

La verdadera religión con frecuencia es presentada en la Biblia como un estado de paz (Isa. 32: 17; Hech. 10: 36; Rom. 8: 6; 14: 17; Gál. 5: 22).  Con frecuencia Pablo llama a Dios "Dios de paz" (Rom. 15: 33; 1 Tes. 5: 23; Heb. 13: 20; cf. 2 Cor. 13: 11; 2 Tes. 3: 16).

Cuando Pablo relaciona la paz con la justificación 519 por la fe, hace aún más claro que la justificación no es sólo un ajuste legal de cuentas del pecador con Dios (ver com.  Rom. 3: 20, 28; 4: 25).  Recibir únicamente el perdón no necesariamente proporciona paz.

La única forma como la imagen divina puede ser restaurada en el hombre caído, es por medio de una confiada y amante comunión con Cristo por la fe.  Por lo tanto, Dios no sólo perdona, también reconcilia; nos pone en armonía con él. Cuando nos imputa o atribuye la justicia de su Hijo que nos cubre .

 

De modo que cuando Dios justifica al pecador que se ha convertido, también crea un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de él (Sal. 51: 10).  En cuanto a la relación entre la conversión, el nuevo nacimiento y la justificación, ver PVGM 127; CS 523-524; CC 52-53.

Pero Cristo, en virtud de su sacrificio, puede llevarnos de nuevo hasta Dios e introducirnos en el glorioso estado de la gracia y del favor en que ahora estamos (ver Heb. 10: 19).

 

Por medio de Cristo nos allegamos por primera vez a Dios, y este privilegio se hace permanente mediante Cristo.  Este acceso a Dios, este poder llegar hasta su divina presencia, debe ser considerado como un privilegio eterno.  No somos llevados hasta Dios sólo para tener una entrevista con él, sino para permanecer con él.

 

Por la fe. La evidencia textual se inclina por (cf. p. 10) la inclusión de estas palabras, sin embargo faltan en varios MSS.  Pero ya fuera que Pablo mencionara la fe en este versículo o no, es obvio que podemos tener acceso a la gracia sólo por la fe en Aquel mediante el cual es posible la gracia.

Esta gracia. Es decir, esta condición de reconciliación con Dios y de haber sido aceptados por él (ver com. cap. 3: 24). Estamos firmes. Cf. 1 Ped. 5: 12.  El estado de justificación implica seguridad y confianza.

 

Nos gloriamos. Gr. kaujáomai, que se traduce como "glorias" (cap. 2: 17) y "gloriamos" (cap. 5: 3).  En contraste con toda falsa jactancia, el creyente se regocija en la esperanza de la gloria de Dios. Los judíos se jactaban de sus propias obras (cap. 2: 17); pero el cristiano se goza en lo que Dios está haciendo.

 

Prueba. Gr. dokim', que deriva de un verbo que significa "probar" o "aprobar".  En el NT sólo Pablo usa esta palabra.  En otros pasajes se ha traducido como "prueba" (2 Cor. 2: 9; 8: 2; 13: 3), "méritos" (Fil. 2: 22), "experiencia" (2 Cor. 9: 13).    La traducción más literal sería "virtud probada" o "virtud aprobada".  Las pruebas y las aflicciones que son soportadas pacientemente demuestran que la religión y el carácter de una persona son genuinos.

 

Esperanza. Cuando las pruebas de la tribulación se soportan con paciencia, la fe del cristiano se confirma y purifica, y se engendra una esperanza cada vez más confiada.   La experiencia de Job ilustra la forma en que una severa disciplina del carácter puede fortalecer la fe y la esperanza de un creyente sincero (ver com. Job 40; 42).

 

El amor de Dios. Puede entenderse o como el amor de Dios por nosotros, o nuestro amor por Dios.  Los versículos siguientes parecen indicar que es el amor de Dios por nosotros, el cual Dios ha revelado en Cristo.  La esperanza del cristiano no se basa en nada que haya en el creyente, sino en la seguridad del inmutable amor de Dios para él.  Esta certidumbre del amor de Dios nos induce a su vez a amar al Señor (1 Juan 4: 19) y a nuestros prójimos (vers. 7), y esta experiencia de amor fortalece la confianza y la esperanza para el futuro.  El amor de Dios para nosotros es la base de nuestra seguridad de que la esperanza.

 

Ha sido derramado. La dádiva de las bendiciones espirituales con frecuencia se describe como un "derramamiento". "Mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos" (Isa. 44:3; cf. Joel 2:28-29; 522 Juan 7:38-39; Hech. 2:17-18, 33; 10:45; Tito 3:5-6). 

 

El Espíritu Santo.

Esta es la primera vez que Pablo menciona en esta epístola al Espíritu Santo, de cuya presencia y actividad en la vida cristiana tiene más que decir posteriormente (ver especialmente el cap. 8).  El Espíritu Santo derrama amor en nuestro corazón testificando de Jesús (Juan 15: 26; 16: 14), y cuando contemplamos la gloria, la perfección y el amor de Jesús, somos transformados a su imagen bajo la influencia del Espíritu (2 Cor. 3: 18).

 

Dios probó su amor hacia nosotros" (NC).  De modo que el pasaje podría traducirse: "Dios da una prueba de su amor para con nosotros". Este verbo también tiene el significado de "recomendar" (ver Rom. 16: 1; 2 Cor. 4: 2).  La muerte de Cristo no sólo demuestra o prueba que el amor de Dios es una realidad, sino que también coloca ese amor ante nosotros en toda su grandeza y perfección.

"

su propio amor".  El amor del Padre fue manifestado en la muerte de Cristo. Este hecho vital debe ser reconocido para poder comprender correctamente la expiación (ver com. cap. 3: 25).  Cristo no murió para apaciguar a su Padre o para inducirlo a que nos ame. El amor divino fue el que concibió en el principio el plan de la expiación y de la salvación, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han colaborado en perfecta armonía para efectuarlo (Juan 3: 16; 10: 30; 14: 16, 26; 15: 26; 17: 11, 22-23; Rom. 3: 24; 8: 32; Efe. 2: 4-7; 2 Tes. 2: 16; 1 Juan 4: 10).

 

"en su vida".  Podía entenderse como una referencia a que somos salvados por una unión personal con el Salvador viviente, quien vive siempre para interceder por nosotros (Heb. 7: 25; cf. Rom. 4: 25).  Jesús dijo: "Porque yo vivo, vosotros  también viviréis" (Juan 14: 19; cf. Rom. 8: 11; Gál. 2: 20). Si la muerte de Cristo tenía tanto poder salvífico como para efectuar nuestra reconciliación, cuánto más poder tendrá su vida de resucitado para hacer que nuestra salvación llegue a su gozoso cumplimiento.

 

El pensamiento de Pablo en este pasaje es que ya sea que los hombres hayan tenido o no un conocimiento explícito de la voluntad de Dios (cap. 5: 14), "todos pecaron" y están sometidos a la herencia de muerte (cf. vers. 12). La transgresión de Adán, aunque fue sólo un acto, ocasionó que el pecado como un principio y un poder entrara en el mundo. Aun cuando no haya transgresiones personales, como en el caso de los niñitos, los seres humanos están sujetos a la muerte. Pablo pone de relieve la universalidad del pecado y de la muerte, de modo que, por contraste, pueda realzar la universalidad de la gracia.

 

 Adán era un símbolo de Cristo porque ambos eran representantes de toda la familia humana. Adán era el representante y el autor de la humanidad caída; Cristo el representante y autor de la humanidad restaurada. Por eso Cristo es llamado "el postrer Adán" (1 Cor. 15: 45), "el segundo hombre" (vers. 47; cf. CS 705). Sin embargo, no sólo hay un parecido sino también una gran diferencia entre la obra de los dos Adanes, como Pablo sigue explicando.

Para los muchos. Cristo murió por toda la raza humana (2 Cor. 5: 14-15; Heb. 2: 9; 1 Juan 2: 2). El ofrecimiento de la salvación es para todos los hombres (Mat. 11: 28-29; Mar. 16: 15; Juan 7: 37; Apoc. 22: 17). Así se ha dispuesto lo necesario para hacer frente a todos los males causados por la caída de Adán.  Esta salvación es tan abarcante en su aplicación,  como lo fue las consecuencias ocasionada por el pecado.

 

Sin embargo, este don de la justificación no tiene validez a menos que sea aceptado por la fe (Juan 3: 16), y no todos los hombres eligen creer. Aunque es amplísimo lo que se ha dispuesto para la salvación de todos, son comparativamente pocos los que aceptan la gracia ofrecida (Mat. 22: 14). No hay límites para el don en sí, pero de la voluntad humana depende el aceptarlo.

 

Pablo comenzó este capítulo describiendo el gozo y la seguridad que se posesionan del creyente que ha aceptado la justificación por la fe en Jesucristo. Este lo indujo a hablar de la grandeza del amor y de la gracia de Dios que hacen posible un plan tan generoso para salvar a los pecadores. Después, para magnificar el amor hacia Dios como la base de la esperanza del cristiano y de su confianza, Pablo prosigue contrastando la sobreabundancia y el poder de la gracia salvadora de Dios mediante Jesucristo, con la pecaminosidad del hombre.

 

Comentario Biblico Adventista

!Bendiciones Abundnates!

 

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