La Individualidad

21.03.2016 15:06

 

 

La individualidad es poder.-

Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre el carácter.­ Ed 17 (1903). 

 

Cada cual tiene su propia individualidad.-

 

El evangelio trata con individuos. Cada ser humano tiene un alma que salvar o perder. Cada cual tiene una individualidad separada y diferente de todas las demás. Cada cual debe convencerse por sí mismo, convertirse por sí mismo. Debe recibir la verdad, arrepentirse, creer y obedecer por sí mismo. Debe ejercer su voluntad por sí mismo. Nadie puede hacer esta obra por intermedio de otra persona. Nadie puede sumergir su individualidad en la de otro. Cada cual debe entregarse a Dios por sí mismo y por el misterio de la piedad.­ Ms 28, 1898

 

 

Unidad en la diversidad.-

 

Es el plan de Dios que haya unidad en la diversidad. Nadie puede ser criterio para otro. Las  diversas actividades que se nos confían están proporcionadas a nuestras diversas capacidades. Se me ha instruido claramente en el sentido de que Dios dota a los hombres con  diferentes grados de capacidad, y después los ubica donde pueden hacer la obra para la cual están mejor preparados.  Cada obrero debe dar a sus colaboradores el respeto que desea se le manifieste.­ Carta  111, 1903.

 

Las mentes de los hombres son diferentes.-

 

¿Por qué necesitamos de Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo y otros autores que dieron su testimonio con respecto  a la vida del Salvador durante su ministerio terrenal? ¿Por qué no pudo haber escrito uno de esos discípulos un relato completo para darnos así un informe bien  eslabonado de la vida y la obra de Cristo?

Los evangelios son diferentes, y sin embargo el relato se combina en un armonioso conjunto. Un escritor presenta detalles que el otro no da. Si estos detalles son esenciales, ¿por qué no los mencionan todos los autores? Se debe a que las mentes de los hombres difieren, y no entienden las cosas exactamente de la misma manera.

 Algunas verdades atraen con mucho más fuerza las mentes de cierta clase de personas y no de otras. Este mismo principio se aplica a los oradores. Algunos dedican mucho tiempo a ciertos puntos que otros tratarían rápidamente o que no los mencionarían para nada. Por eso varias personas  presentan la verdad con más claridad que una sola.­Ms 87, 1907.

 

La individualidad no debe ser destruida.-

El Señor no quiere que se destruya nuestra individualidad; no es su propósito que dos personas sean exactamente iguales en gustos y disposiciones. Todos tienen características peculiares, y éstas no deben destruirse, sino educarse, moldearse, transformarse a la similitud de Cristo.

 

 El Señor convierte las actitudes y las  capacidades naturales, en instrumentos provechosos. En el desarrollo de las facultades que Dios ha dado, los talentos y las habilidades crecen, si el instrumento humano reconoce el hecho de que sus facultades le han sido confiadas por Dios, para ser usadas, no con propósitos egoístas. . . sino para la gloria de Dios y el bien de sus semejantes.­ NEV 92 (1894).

 

La consagración embellece la individualidad.-

 

Una vida consagrada al servicio de Dios se desarrollará y embellecerá en su individualidad. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro, sino que todos, como personas, debemos ser injertados en la cepa madre, para que haya unidad en la diversidad.

 El gran Artista maestro no ha hecho dos hojas del mismo árbol exactamente iguales; de modo que su poder creador no le da a todas las mentes la misma identidad. Han sido creadas para vivir por las edades sin fin, y debe haber completa unidad, una mente combinándose con la otra; pero ni siquiera dos deben corresponder al mismo molde.­ Ms 116, 1898.

 

Dios da a cada persona una obra individual.-

 

Hay que estudiar las cosas del mundo natural, y hay que aplicar sus lecciones a la vida espiritual, al crecimiento espiritual. Dios, no el hombre, le ha dado a cada ser humano su tarea. Esta es una obra individual:

la formación de un carácter de acuerdo con la semejanza divina. El lirio no debe luchar para ser semejante a la rosa. Hay diferencias en la formación de las flores y de los frutos, pero todos reciben sus diferencias de Dios. Todos son del Señor. De manera que es designio divino que incluso los mejores hombres no tengan todos el mismo carácter.­ Ms 116, 1898.

Respetándose mutuamente.-

 

Cada uno de nosotros tiene  una obra que hacer. Podemos ser de diferentes nacionalidades, pero todos debemos ser uno en Cristo. Si permitimos que las peculiaridades de carácter y de disposición nos separen aquí, ¿cómo podemos esperar vivir juntos en el cielo? Debemos tener amor y respeto unos por otros. Debe existir entre nosotros la unidad por la cual Cristo oró. Hemos sido comprados por precio y debemos glorificar a Dios en nuestros cuerpos y en nuestros espíritus.­ Ms 20, 1905.

 

No hay que modelar las mentes de los demás.-

 

Dios le ha dado a cada hombre una responsabilidad individual. "Ocupaos  en vuestra salvación con temor y temblor". Un hombre no debe ocuparse en la salvación de otro hombre. No debe convertirse en la copia de la mente de otro. Se le pide que obre según su capacidad y de acuerdo con la habilidad que Dios le ha dado.

 Nadie, no importa cuál sea su experiencia ni su cargo, debe creer que está llevando a cabo una obra maravillosa cuando modela de acuerdo con su propia mente la mente de cualquier otro ser humano, y le enseña a comunicar los sentimientos que él podría expresar. Esto se ha hecho una y otra vez en detrimento de los seres humanos.­ Ms 116, 1898.

 

Nadie debe sumergir su mente en la de otro.-

 

 

 Mediante la conversión y la transformación los hombres han de recibir la mente de Cristo. Cada cual debe comparecer delante de Dios con una fe individual, con una experiencia personal, sabiendo por sí mismo que Cristo, la esperanza de gloria, se ha formado en su interior.

Si nosotros imitáramos el ejemplo de cualquier hombre, incluso de alguien a quien consideráramos casi perfecto en carácter, sería como si pusiéramos nuestra confianza en un ser humano defectuoso, incapaz  de impartir una jota o un tilde de perfección.­ ST, 3 de septiembre de 1902.

 

Una medida individual.-

Ningún hombre puede crecer hasta llegar a la plena estatura de otro hombre. Cada cual debe alcanzar su propia medida individual por sí mismo. Cada cual debe crecer bajo la supervisión de Dios.­ Ms 116, 1898.

 

El carácter es personal.-

Cada uno de nosotros tiene una obra que hacer para el tiempo y la eternidad. Dios aborrece la indiferencia con respecto a la formación del carácter.­ Carta 223, 1903.

 

 

Reconocimiento de los derechos del hombre.-

Una de las más elevadas aplicaciones de estos principios [el reconocimiento de las responsabilidades personales] se encuentra en el reconocimiento del derecho del hombre a ser él mismo, al control de su propia mente, a la administración de sus talentos, al derecho de recibir e impartir el fruto de su propio trabajo. El vigor y el poder se manifestarán en nuestras instituciones sólo si se reconocen estos principios en sus relaciones con sus semejantes; sólo si en sus transacciones dan lugar a la instrucción de la Palabra de Dios.­ 7T 180 (1902).

 

 

Dependientes de Cristo.-

Cada alma tiene su individualidad. Cada alma debe vivir hora tras hora en comunión con Cristo; porque él dice: "Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5). Sus principios deben ser nuestros principios; porque estos principios son la verdad eterna, proclamada en justicia, bondad, misericordia y amor.­ Carta 21, 1901.

 

 

Conservar la individualidad en la experiencia cristiana.-

Enseñen a cada alma a descansar plenamente en el brazo del poder infinito. Hay una individualidad en la experiencia cristiana que debe ser preservada en cada ser humano, y no le debe ser quitada esa responsabilidad a ninguna alma. Cada cual tiene que librar sus propias batallas, tiene que lograr su propia experiencia cristiana, independiente en algunos sentidos de cualquier otra alma; y Dios quiere que aprenda por sí mismo algunas lecciones que nadie puede aprender por él.­ Ms 6, 1889. 446

 

 

MENTE, CARÁCTER Y PERSONALIDAD TOMO 2

 

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