Y HAblo Dios diciendo.

13.03.2015 08:49

 Éxodo 20:1

Y HABLO Dios todas estas palabras, diciendo:

 

2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto. 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.

 

Aunque fue dado al hombre por la autoridad divina, el Decálogo no es una creación arbitraria de la voluntad divina.  Más bien es una expresión de la naturaleza divina.  El hombre fue creado a la imagen de Dios (Gén. 1: 27), fue hecho para ser santo como él es santo (1 Ped. 1: 15, 16), y los Diez Mandamientos son la norma de santidad ordenada por el cielo (ver Rom. 7: 7-25).  La clave de la interpretación espiritual de la ley fue dada con toda claridad por nuestro Señor Jesucristo en el inmortal Sermón del Monte (léase Mat. caps. 5-7).

El hecho de que los Diez Mandamientos fueran escritos en dos tablas de piedra, hace resaltar su aplicación a dos clases de obligaciones morales: deberes para con Dios y deberes para con el hombre (Mat. 22: 34-40).  Nuestras obligaciones para con Dios están forzosamente ligadas con nuestras obligaciones para con el hombre, pues el descuido de los deberes tocantes a nuestro prójimo rápidamente será seguido por el descuido de nuestros deberes para con Dios.  La Biblia no ignora la distinción entre la religión (deberes directamente relacionados con Dios) y la moral (deberes que surgen de las relaciones terrenales), sino que une ambas en un concepto más profundo: que todo lo que uno hace es hecho, por así decirlo, para Dios, cuya autoridad es suprema en ambas esferas (ver Miq. 6: 8; Mat. 25: 34-45; Sant. 1: 27; 1 Juan 4: 20).

 

Siendo palabras de Dios, los Diez Mandamientos deben distinguirse de las "leyes" (cap. 21: 1) basadas en ellos, e incluidas con ellos, en el "libro del pacto" para constituir la ley estatuida de Israel (ver cap. 24: 3).  Las dos tablas que comprenden el Decálogo -con exclusión de las otras partes de la ley - son llamadas de diversas formas: "el testimonio" (cap. 25: 16), "su pacto" (Deut. 4: 13), "las palabras del pacto" (Exo. 34: 28), las "tablas del testimonio" (Exo. 31: 18; 32: 15) y "las 613 tablas del pacto" (Deut. 9: 9-11).  Esas tablas de piedra, y sólo ellas, fueron colocadas dentro del arca del pacto (Exo. 25: 21; 1 Rey. 8: 9.

 

Yo soy Jehová. "Yahvéh" (BJ), un nombre propio derivado del verbo "ser", "llegar a ser" (ver com.  Exo. 3: 14, 15).  Significa "el Existente", "el Viviente", "el Eterno".  Por lo tanto, cuando Jesús dijo a los judíos de sus días: "Antes que Abrahán fuese, yo soy" (Juan 8: 58)

No tendrás. Aunque el pacto fue hecho con Israel como un todo (cap. 19: 5), el uso de una forma singular del verbo muestra que Dios se dirigía a cada individuo de la nación y le requería obediencia a la ley.  No era suficiente la obediencia colectiva.  Para todos los tiempos, los Diez Mandamientos dirigen su exhortación a la conciencia de cada ser humano y gravitan sobre ella. (ver Eze. 18: 19, 20).

 

Delante de mí. Literalmente, "delante de mi faz".  Esta forma idiomática hebrea con frecuencia significa "además de mí", "en adición a mí", o "en oposición a mí".  Siendo el único Dios verdadero, el Señor requiere que sólo él sea adorado.  Este concepto de un solo Dios era extraño a la creencia y práctica politeísta de otras naciones.  Dios nos exhorta para que lo coloquemos delante de todo lo demás, que lo coloquemos primero en nuestros afectos y en nuestras vidas, en armonía con el requerimiento de nuestro Señor en el Sermón del Monte (Mat. 6: 33).  La mera creencia no bastará, ni aun el reconocimiento de que él es el único Dios.  Le debemos una lealtad de todo corazón y una consagración como a un Ser personal a quien tenemos el privilegio de conocer, amar y en quien confiar y con quien podemos tener una comunión bendita.

 

Este mandamiento no prohíbe necesariamente el uso de esculturas y pinturas en la religión.  La habilidad artística y las imágenes empleadas en la construcción del santuario (Exo. 25: 17-22), (1 Rey. 6: 23-26)  (Núm. 21: 8, 9; 2 Rey. 18: 4) prueban claramente que el segundo mandamiento no prohíbe el material religioso ilustrativo.  Lo que por él se condena es la reverencia, la adoración o semiadoración que las multitudes de muchos países rinden a las imágenes y pinturas religiosas.

 

No te inclinarás. Esto ataca la honra externa dada a las imágenes en el mundo antiguo.  No se las consideraba como emblemas sino como reales y verdaderas encarnaciones de la deidad.  Se creía que los dioses establecían su morada en esas imágenes.  

 

Dios, fuerte, celoso. Dios rehúsa compartir su gloria con ídolos (Isa. 42: 8; 48: 11).   (Exo. 34: 12-15; Deut. 4: 23, 24; 6: 14, 15;Jos. 24: 15, 19, 20). Jesús mismo dijo: "Ninguno puede servir a dos señores" (Mat. 6: 24).

 

Visito la maldad. Dios no castiga a un individuo por los malos hechos de otro (Eze. 18: 2-24).  Cada hombre es responsable delante de Dios sólo por sus propios actos.  Al mismo tiempo, Dios no altera las leyes de la herencia para proteger a una generación de los actos de sus padres, pues esto no correspondería con el carácter divino y con la forma en que trata a los hombres.  La justicia divina visita la " maldad" de una generación sobre la siguiente únicamente mediante esas leyes de la herencia que fueron ordenadas por el Creador en el principio (Gén. 1: 21, 24, 25). Dios "visita" o "prescribe" los resultados de la iniquidad, no para vengarse sino para enseñarnos  que una conducta indebida  inevitablemente produce tristes resultados.

 

Guardan mis mandamientos. El verdadero amor a Dios se muestra mediante la obediencia.  Puesto que Dios mismo es misericordioso y sus tratos con sus criaturas son motivados por el misericordia (1 Juan 4: 7-21), Dios no desea que lo obedezcamos como una obligación sino porque elegimos hacerlo (Juan 14: 15, 21; 15: 10; 1 Juan 2: 5; 5: 3; 2 Juan 6).

Comentario bíblico tomo 1

Share |